«EL PAN DESNUDO» (Al hobs al hafi) de MOHAMED CHUKRI

EL PAN DESNUDO (Al hobs al hafi) (1972) de Mohamed Chukri

Libro descarnado y duro sobre la miseria del Marruecos en el que se desarrolla la historia, basado en la experiencia personal del propio Chukri. El mundo de los desheredados, los malos tratos de un padre y de un marido, la prostitución infantil, el mundo de los burdeles, la homosexualidad, la corrupción general como rutina, la subsistencia en ambientes decrépitos en los que los sebsis llenos de kif y el alcohol suplen otras carencias, incluso las afectivas, y el hambre como motor que empuja a ciertas acciones desesperadas. Todo en una novela para la que Chukri ha escogido pinceladas impresionistas para componer un collage inmisericorde.

“Pasé todo el día deambulando por las calles, que me tragaban y vomitaban alternativamente. Todas las mujeres que veía me excitaban violentamente.  Entré en un water público y me masturbé pensando en uno de los culos que más me impresionaron. Por la noche descubrí que podía dormir en el mercado de Fondak Chayra. Sólo cobraban una peseta y podías tumbarte donde quisieras. Un gran establo estaba cubierto por un tejado de cemento. Arriba dormían los hombres, abajo los animales. Había de todo: café, restaurante, tiendas, pequeñas habitaciones, putas, fruterías. Parecía una pequeña ciudad. Me encontré con un borracho mientras subía la escalera. Dijo, tendiendo la mano hacia mi cara, como queriéndome acariciar:

-¿A dónde vas, guapo?

Aparté violentamente su mano. Subí los escalones de dos en dos, con miedo; soltó una carcajada:

-¡Me pegas, eh! ¡Qué arisco! –Llevaba en la mano una botella de vino-. Espérame, voy por vino y vuelvo enseguida, no te vayas.

Se fue riendo. Yo subía con miedo. Siguió diciendo:

-Esta noche serás mío. ¡Enseguida vuelvo! No te dejaré escapar. Esta noche serás mío.

Decenas de personas estaban tendidas o sentadas. Muchos dormían, otros bebían, fumaban kif, charlaban y cantaban. Un borracho estrechaba a un muchacho, besándole en la mejilla. Alguien le dijo:

-Ahora no, déjale tranquilo. Después harás con él lo que quieras, ¡qué pesado eres! Parece como si nunca hubieras visto a un chico.

No dormiré aquí, en este burdel. Prefiero dormir en el cementerio.” (El pan desnudo)

La realidad de la podredumbre expuesta igual que un cuerpo desnudo, la prostitución en su más amplio sentido como única salida, desesperada y humillante, para sobrevivir en un mundo injusto e infame. El libro impresiona, pero no trata de dar lecciones de moral, limitándose a describir, como si se tratara de una cámara cinematográfica que siguiera las desventuras del joven Chukri por las calles de Tetuán y de Tánger, sin censuras, sin cortes. Un libro inolvidable escrito por alguien que, hasta pasados los veinte años de edad, era analfabeto y que se convirtió en el escritor marroquí más reconocido.

La última frase de la novela es demoledora y cruel: Es tarde para aspirar a ser ángel.

Sergio Barce, Diciembre 2010

Mohamed Chukri


Mohamed Chukri. Escritor marroquí nacido en Beni Chiker, cerca de Nador, en 1935. Falleció en el año 2003. Tras desertar del ejército español, su padre, junto a su familia, se establece en Tánger, donde Chukri aprendió el español. Los malos tratos que le inflinge su padre, le hacen escaparse y vive en la calle, en ese ambiente de violencia, drogas, prostitución y pobreza que luego describirá en sus libros. Pasó por la cárcel, y con veinte años aprendió a leer y escribir y es entonces cuando se marcha a estudiar a Larache. Pero volverá a Tánger, donde se desarrollará su actividad como escritor. Además de El pan desnudo (Al hobs al hafi), destacan también otras novelas suyas como Tiempo de errores (Zaman al-ajta) o El loco de las rosas (Maynun al-ward) y el libro de relatos Rostros, amores, maldiciones(Wuyuh).

Entrevista de Javier Valenzuela a Mohamed Chukri en el año 2002, publicada en el diario El País.

Mohamed Chukri le pide al camarero que traiga ‘una botella del mejor vino que haya’, y el camarero, que ha entendido perfectamente a Chukri, aunque éste haya hablado en castellano, trae una de Médaillon, un cabernet de la zona de los Uled Thaleb, en Benslimane. Chukri prueba y aprueba el vino. ‘¿El primer trago del día?’, pregunta el periodista con una sonrisa que indica que sabe que la pregunta es tonta y la respuesta negativa. ‘No’, responde Chukri. ‘Esto es vodka’, dice señalando el vaso con un líquido blanco que bebía antes de la llegada del periodista. ‘Aquí ya me he tomado tres; y en mi casa, un whisky de Chivas para desayunar’. Chukri dirige la mirada a un plato con rodajas de plátano bañados en otro líquido y añade: ‘Y eso tiene un poquito de Baileys’.

PREGUNTA. Usted siempre ha bebido mucho, ¿no?

RESPUESTA. ¡Ufff! ¡Barriles! Tabernas enteras, bodegas enteras, grandes bares, pequeños bares, restaurantes, burdeles, hoteles… He bebido sin parar.

P. Y sigue bebiendo.

R. ¡Claro! Mi cuerpo lo soporta hasta ahora. Y a mi edad no tengo nada que perder. Nada que perder, oye.

Chukri nació en una aldea del Rif en 1935, en la época del Protectorado español en el norte de Marruecos, y desde su juventud vive en Tánger. A sus 67 años es un tipo de cabello leonino y canoso, amplia frente cruzada por una cicatriz, bigote de puntas caídas bajo una nariz de halcón y ojos chicos y tan vivos e inteligentes como tristes. También es una leyenda viviente de la literatura magrebí y árabe. En 1972 escribió El pan desnudo, el furibundo y doloroso relato de su infancia y adolescencia en el rebelde y miserable Rif ocupado por los españoles y en el Tánger cosmopolita de la época internacional. Fue el retrato de un lugar y un tiempo desde el lado de los que limpiaban botas, vendían cigarrillos de contrabando, trapicheaban con quif, cometían pequeños hurtos o se prostituían con los extranjeros. Luego, en Tiempo de errores, Chukri contó su extraordinario esfuerzo para convertirse en escritor desde su condición de pícaro analfabeto. Ahora cuenta un puñado de historias tangerinas, autobiográficas una vez más y de las que te golpean al hígado, en Rostros, amores, maldiciones, recién publicado en España.

P. Rostros arranca con los personajes del bar Granada, unas prostitutas llamadas Lala Chafika, Malika, Fati… Usted ha ido mucho de putas, ¿verdad?

R. ¡Mucho! Antes yo podía follar dos o tres veces al día con mujeres distintas y luego hasta me masturbaba antes de dormirme. Cuando tenía 19 años, hubo un día en que eché nueve polvos. Claro, ahora sólo una o dos veces al mes, ya no estoy tan en forma. Pero las putas de antes eran más cariñosas y tenían cultura, al menos tenían cultura oral. Sabían contar historias, ¿entiendes? Como Fati, Fátima, marroquí pura, de Larache, que todavía vive en Dinamarca. Y las de antes tenían tiempo. Las de ahora ponen el reloj y ni disimulan: ‘Son quince minutos’.

P. ¿Hay algún gran amor frustrado en su vida?

R. He tenido algunos amoríos. Pero yo me he casado con mis lecturas, mis escritos y mis amigos. Y si me casara algún día con una mujer, no querría tener un hijo. Temo comportarme como mi padre se comportó conmigo, ¿entiendes? Siempre he vivido con ese complejo.

El padre de Chukri era un desertor del Ejército colonial español que ataba al niño Chukri a un árbol y le azotaba con un cinturón de cuero, y que un día, en un arrebato de cólera, estranguló hasta causarle la muerte al hermano de Chukri. Chukri contó esa historia, y el odio al padre que enraizó en su alma, en El pan desnudo. Y lo hizo del mismo modo directo y descarnado con el que ahora habla en Rostros de las prostitutas del Granada o de Alal, el hijo que le hace una felación a su anciano padre para evitar que se case de nuevo y tener que compartir su herencia. Así que sus temas y su estilo le han convertido en un escritor maldito, en un escritor que ha sido comparado al norteamericano Bukowski y al cubano Pedro Juan Gutiérrez. Pero la condición de maldito es aún más explosiva en el mundo árabe y musulmán. En 1989, Chukri fue condenado a muerte por el régimen de Jomeini y en los noventa sus obras fueron prohibidas en Egipto por la presión de los ulemas.

P. Cuando salió la traducción al castellano de El pan desnudo, Juan Goytisolo escribió que usted había escrito la primera autobiografía árabe honesta, sincera, verdadera. En el mundo árabe es rarísimo el que uno proclame públicamente sus debilidades y sus vicios. ¿De dónde le viene la fuerza?

R. Las autobiografías árabes, que se cuentan con los dedos de una mano, están escritas con pocas confesiones. Yo, para escribir mi trilogía autobiográfica, me he servido más bien de ejemplos occidentales, como san Agustín y sus Confesiones, Jean-Jacques Rousseau, Somerset Maugham, Colin Wilson, Les mots de Sartre, Juan Goytisolo y Coto vedado… Estas lecturas me han dado coraje para expresarme. Sabemos muy bien que la literatura árabe clásica era más libre que la de ahora. Ahora abundan los tabúes. Pero en la época preislámica y al principio del islam había una literatura, como Las mil y una noches o El jardín perfumado, que tenía más libertad de expresarse. Hubo una decadencia en la cultura árabe, sobre todo cuando los árabes salieron de España, hace cinco siglos. Se perdió la libertad de expresarse y reinaron el fanatismo y la religión. Y la religión lo ha matado todo, ¿entiendes? Los tabúes matan la libertad, la creación.

P. El fanatismo también quiere matarles a Salman Rushdie, Naguib Mahfuz y usted.

R. Sí, vamos para abajo, no para arriba. Pero esto no me para, no es el muro de Berlín, ni es la Muralla de China. Esto no me impide seguir escribiendo lo que escribo. Si a mí me ataca un loco por la calle y me da una puñalada y muero, me importa un pepino. Porque tú te vas pero la idea queda. Yo no busco el martirio, pero si me toca la mala suerte, pues que toque. No tengo miedo de seguir escribiendo tal como escribí el primer libro. Yo también llevo conmigo un cuchillo. De gran tamaño. No quiero irme solo al cementerio. Que vayan conmigo uno o dos, oye. Puedo llevarme por delante uno o dos de esos locos. No me voy solo.

P. Cuando le he contado a algunos amigos de la burguesía tangerina que venía a la ciudad para entrevistarle, me han dicho: ‘!Oh, no, Chukri da tan mala imagen de Tánger!’.

R. Claro, los compatriotas son a veces… Bueno, yo te voy a hacer otra pregunta: esta gente que te dice que Chukri da una mala imagen de Tánger, ¿quiénes son esta gente? Son gilipollas, gilipollas sociales. Que te invitan a un tayín, un cuscús o una harira en sus casas y no han leído ni media docena de libros. Yo he leído cuatro mil libros y puedes creer en mí más que en ellos. A ti te invitan a un tayín y a pasarlo bien y a fumar unos pitillos de quif o de hash, pero, oye, no te van a convencer con esto, ¿no? Lo que te convence más es la palabra. Al principio existió la palabra. Éstos son cagones, no han realizado nada en sus vidas.

P. Vale, Chukri. Hablemos, pues, de Tánger. Hubo tres grandes ciudades cosmopolitas en el Mediterráneo árabe: Alejandría, Beirut y Tánger. A Alejandría se la han cargado el nacionalismo y el islamismo, pero con Beirut y Tánger aún no han podido, aunque las han dejado pachuchas. Tánger sigue siendo diferente, libre y canalla. ¿Tú cómo definirías Tánger?

R. Hombre, Tánger es una ciudad mítica. Y el mito no se explica. Si lo explicas cesa de ser un mito. Tiene sus secretos.

La conversación se desarrolla en el tangerino hotel Ritz, que no tiene nada que ver con los lujosos Ritz de París y Madrid. Allí tiene su oficina Chukri, allí recibe por las mañanas. Y mientras el escritor y el periodista almuerzan y charlan, la botella de Médaillon mengua a marchas forzadas. La charla es en castellano, lengua que Chukri, como tantos tangerinos, habla con fluidez y gracia.

P. Chukri, a usted se le nota que le gusta mucho España.

R. ¡Hombre, hombre! Yo he tenido aquí grandes amigos españoles, a partir de los gitanos y los andaluces, que eran como nosotros, marginados. Y también he tenido maestros, profesores y escritores españoles que han sido y son mis amigos. Pero nunca he tenido un amigo francés. Francamente. Y con los ingleses y norteamericanos era otra cosa. Era para follarles y para follarme. No físicamente, espiritualmente.

P. ¿Lee a escritores españoles?

R. ¡Claro! Y también he traducido poetas españoles. He traducido poemas de Bécquer, los Machado, Vicente Aleixandre, Gabriel Celaya, Lorca, Labordeta, Susana March… Los he traducido al árabe.

P. ¿Y cuál es su escritor español favorito?

R. Ahora me da la impresión de que América Latina ha superado a España. Con Juan Rulfo, Cortázar, García Márquez, Vargas Llosa… Esos nombres no tienen equivalentes en la actual narrativa española. Pero admiro a Juan Goytisolo y Torrente Ballester. Y de los clásicos, soy un gran admirador de Cervantes.

P. ¿Los lee en español?

R. ¡En español! ¿En qué voy a leerlos?

Con la botella de tinto vacía y los estómagos apaciguados, Chukri y el periodista se van a la casa del escritor, un ático en un inmueble próximo al Ritz. Chukri sube los cinco pisos a pie -no hay ascensor- y sin dejar de fumar. La casa es un rastrillo de ropas, vajillas, aparatos electrónicos anticuados, libros, folletos y fotos de Chukri con escritores: Paul Bowles, Alberto Moravia, Jean Genet, Goytisolo, Tahar Ben Jelloun… Hay también un retrato bien visible del líder rifeño Abdelkrim. Chukri enseña a su invitado sus propios libros, incluidas las 48 traducciones a otras tantas lenguas de El pan desnudo, y su colección de muñecas inválidas -así las llama él-; muñecas a las que les faltan ojos, brazos, piernas, cabezas.

El periodista le ha traído a Chukri dos botellas de vino Málaga, una de parte del arabista Bernabé López García, que vivió muchos años en Tánger, y otra como regalo propio. Chukri abre una, sirve dos vasos generosos y pone en el vídeo una casete. Es una emisión de Apostrophes, el programa televisivo de Bernard Pivot, de hace 20 años y aún en blanco y negro. Chukri estaba invitado -‘fue mi primera salida de Marruecos’- a hablar del odio al padre con motivo de la aparición en Francia de El pan desnudo. ‘Ahora’, dice, ‘comprendo mejor a mi padre. Su violencia venía de la violencia y la miseria en la que vivía Marruecos bajo el colonialismo. Cuando me escapé de casa, yo vivía en los cementerios para no ser violado por los mayores’.

P. Pero la cosa no ha mejorado tanto tras más de cuarenta años de independencia. Las ciudades marroquíes están llenas de niños, adolescentes y jóvenes que viven en chabolas, se ofrecen como guías, venden chocolate, se prostituyen o hacen de alcahuetes, sueñan con emigrar a Europa en patera.

R. Ahora es casi peor, oye. Y yo sigo hablando de eso. Estoy considerado un escritor pornográfico en el mundo árabe porque hablo de la sexualidad. Pero intento dar algunos valores en mis libros.

P. ¿Qué valores?

R. Yo estoy comprometido socialmente. Me inclino a defender a las clases marginadas, olvidadas y aplastadas. No soy Espartaco, pero creo que todas las personas tienen una dignidad que tiene que ser respetada. Aunque no hayan tenido oportunidades en la vida.

P. En el Tánger de los años cuarenta, cincuenta y sesenta vivieron o recalaron personajes como Paul y Jane Bowles, Truman Capote, Cecil Beaton, Tennessee Williams, Gore Vidal, William Burroughs, Allen Ginsberg, Jean Genet, Alberto Moravia, Jack Kerouac… Era la época del Tánger bohemio, del Tánger jet-set, del Tánger beatnik, del Tánger de los globe-trotters. Y, sin embargo, usted dijo una vez que esos extranjeros venían a Tánger ‘como quien va a ver saltar a un mono de árbol en árbol’. ¿También piensa eso de sus amigos Genet y Bowles?

R. No lo pienso de Genet, que era auténtico, pero sí de Bowles. Él vino aquí en busca de un Marruecos naif. Le hubiera gustado que Marruecos siguiera como en los años treinta. Bowles no amaba a los marroquíes, amaba a su propio Marruecos. Casi todos esos extranjeros de la época dorada de Tánger venían aquí en busca de exotismo y placeres, para fumar quif y hash, para tener chicas, chicos… Yo no estoy en contra de esa gente, pero a mí no me dieron la oportunidad de vivir como ellos. Lo malo era vivir en el otro lado. Lo malo era la humillación de los que vivíamos en el otro lado. A mí también me hubiera gustado vivir esa buena vida. Pero la buena vida de esa gente era a costa de aplastar a los demás. Y aplastar a los demás es algo primitivo, ¿entiendes?

P. Pero Bowles le hizo un regalo: tradujo al inglés El pan desnudo.

R. ¡Hombre, un gran regalo!

P. ¿Cómo trabajó con Bowles en la versión inglesa de El pan desnudo?

R. Yo lo traducía en mi cabeza del árabe a mi español y se lo iba dictando. Bowles, que hablaba un buen español, mejor que el mío, lo iba escribiendo en su español y luego lo traducía al inglés. Oye, un moro y un americano se entendían entonces en Tánger en español.

P. ¿Está escribiendo algo nuevo ahora?

R. No, estoy corrigiendo cosas viejas. Oye, te voy a hacer una confesión: yo quiero matar la fama que me dio El pan desnudo. Escribí Tiempo de errores y no se murió. He escrito Rostros y tampoco. El pan desnudo no quiere morir. Y me aplasta. Me siento como esos escritores aplastados por la fama de un solo libro. Como Cervantes con Don Quijote, o Flaubert con Madame Bovary, o D. H. Lawrence con El amante de Lady Chaterley. El pan desnudo sigue sin morir, el hijo de puta. Los niños por la calle no me llaman Chukri, me llaman El pan desnudo. Ese libro me dice todos los días: ‘Aquí estoy, vivo’.

P. Así que va a seguir intentando matar El pan desnudo.

R. ¡Claro! Yo soy cabezón. Soy Aries. Sabes que el lobo te va a comer, pero le das cornadas. Rostros no es mi despedida de la escritura. El escritor nunca se despide hasta que lo llevan a su tumba.

P. Y usted no tiene la intención de irse pronto a la tumba.

R. !No, no, no!

Vaciada la primera botella de Málaga, Chukri abre la segunda.

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3 pensamientos en “«EL PAN DESNUDO» (Al hobs al hafi) de MOHAMED CHUKRI

  1. Larache ! dice:

    Estoy descubriendo y es agudo, conmovedor, arrobador…

    Gracias Sergio

    • sergiobarce dice:

      No sólo eso, Fatima, Chukri es transparente, humano, incisivo y directo, escribe como piensa, llama a las cosas por su nomnbre y denuncia las injusticias, defiende a los más desvalidos, a los que desheredados, a los que no tienen nada. Fue contra corriente, y eso le hizo ser honesto.
      un beso
      sergio

  2. Así es. Yo lo conocí, mejor dicho, me lo presentaron en Tánger cuando estudiaba el C.O.U. en el I.P.E. de aquella fabulosa ciudad. No olvidaré esa mirada dura, aguda.
    Me lo presentó un saharaui llamado Moulud que también tuvo una infancia dura.
    Sería la suya, una gran historia también.
    Un saludo
    José Miguel

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