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LARACHE – SIGLOS XVI-XVII (13ª PARTE)

 

Desde marzo de 1634, y en años sucesivos, la calma relativa se aposenta en la zona y Larache goza de tranquilidad que, no obstante, causó el efecto no deseado de que la plaza se viera cada vez menos atendida por la corona. Aún en 1648, Al-Ayaxi seguía asediando la Kasba de Salé, defendida por los andaluces seguidores de Muhammad al-Xaij al-Saguir, cuyo hermano Al-Wasid había sido asesinado dos años antes.

Pero a Al-Ayaxi le surgió, por entonces, otro problema más: en la zauía de Dila, su jefe desde 1637, Muhammad al-Hach, iba acrecentando su poder, y su atracción religiosa comenzó a ganar adeptos. Lo curiosos es que, durante esos años, al-Hach ayudó con sus tropas a las de Al-Ayaxi, venciendo a al-Saguir en 1638. La unión de estos morabitos hizo que las plazas españolas, entre ellas las de Larache, temieran un ataque inminente, cosa que no ocurrió. 

El único incidente reseñable que menciona García Figueras se produjo en julio de 1638, cuando los cabileños talaron varios huertos cercanos a Larache; en represalia, el Gobernador don Luis de Sotomayor, ordenó prender fuego a los trigales de la zona. 

Lo cierto es que Larache volvía a estar desatendida y Sotomayor se quejaba de ello al rey Felipe IV: miseria, hambre, deserciones, etc.. Los soldados se veían obligados a utilizar esteras para vestirse. Para colmo, hubo de enviar parte de sus tropas en ayuda de la Mamora, asediada de nuevo. 

Pero es en estos años cuando se produce la ruptura entre al-Ayaxi y el-Hach. En abril de 1640, el gobernador de Mazagán, don Francisco Mascarenhas, fue emboscado y pereció con todos sus hombres, lo que aprovechó al-Ayaxi para aumentar su presión sobre la Kasba de Salé; pero sorpresivamente los andaluces pidieron ayuda a Muhammad al-Hach y éste pasó a apoyarlos frente a los ataques de su anterior aliado al-Ayaxi. 

Enfrentados en la batalla de Azghar, al-Ayaxi fue derrotado, y refugiado al sur de Alcazarquivir, allí fue asesinado en 1641. De esta manera, Muhammad al-Hach pasa a convertirse en el nuevo hombre fuerte de Marruecos. Larache ve entonces un nuevo peligro en las huestes de al-Hach que, además, se complicó por lo que sucedía en la península: Portugal se independizaba de España, Cataluña se había sublevado, las guerras en Europa seguían desangrando las arcas reales, hay conjuras en Aragón y, en Andalucía, el marqués de Ayamonte intentaba nombrar rey al duque de Medinaceli; por su parte, Mazagán, Tánger y Ceuta, antiguas colonias portuguesas, amenazaban con levantarse igualmente. 

Las mehalas de Muhammad al-Hach habían llegado hasta Alcazarquivir, y Larache se veía amenazada. Pero, pese a ese temor, no se produjo el tan temido ataque. Por el contrario, hubo un intento de amotinamiento en la plaza de Larache en diciembre de 1641 liderada por dos soldados portugueses y uno extremeño que, finalmente, fue sofocada, y los dos portugueses fueron arcabuceados. 

Entre 1642 y 1652, Larache continuó en una calma relativa y tensa. La situación siguió siendo penosa para las tropas allí acantonadas, y eran repetidas las peticiones de embarcar a las mujeres y niños.

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Carte de la Rade et ville de Larache Levé lors de la Compagne de M.r Pointis a cette Cote en Juillet 1700. Bibliothèque nationale de France

Durante esos años, varios oficiales fueron encarcelados durante meses por decisiones injustas y arbitrarias de un nuevo gobernador, don Diego de Moreda, al que se le describe en distintas denuncias remitidas por alguno de estos oficiales al rey como alguien irritable, violento y corrupto. Pero siguió en su puesto. 

En 1648 aún se quejaba Diego de Moreda del escaso número de hombres con los que contaba para defender Larache en caso de asedio por las huestes de al-Hach, ya que su número disminuía a causa de las deserciones, enfermedades y licencias. 

Como antes decíamos, hasta 1652 la calma fue la tónica general en la plaza. Mientras tanto, Muhammad al-Hach comenzaba a temer a dos fuerzas que iniciaban su ascenso: por un lado, los alauíes, que daban sus primeros pasos para hacerse con el poder en Marruecos y desbancar a la dinastía saadí; y, por otro, la aparición en la comarca de Hebt, de Jadir Gailán, que en 1652 se adueñó de Alcazarquivir con la ayuda de quienes antes habían sido fieles seguidores de al-Ayaxi. 

Pero será de nuevo el Maestre de Campo y Gobernador de Larache, don Diego de Moreda, que se había ausentado de la plaza tres años, el que, de regreso volverá a centrar esta etapa de la Historia de la ciudad, pues será objeto de denuncias y reclamaciones a partir del año 1655. Como escribe Tomás García Figueras: “….la historia de Larache nos presenta, una vez más, una serie de páginas negras que, por su mismo contenido escandaloso y censurable, prestan mayor mérito a las otras muchas que nos hablan del valor y dignidad con que tantos hombres de la guarnición supieron afrontar las privaciones, el aislamiento, la lucha y las enfermedades durante años y años”. 

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En efecto, la figura de Diego de Moreda es como una inmensa mancha negra en la historia de Larache. Y es que, el propio monarca Felipe IV, será el primero en censurarlo después de haberlo mantenido en el puesto durante tan largo período de tiempo. 

El morabito Muhammad al-Hach volvía a crear la psicosis de que atacaría Larache. Varios jeques solicitaron asilo a de Moreda ante ese posible ataque y él los aceptó, lo que puso furioso al rey de España que hubo de ordenarle que los expulsara de la guarnición, ya que eran potenciales enemigos. Diego de Moreda hubo de rectificar y firmó un acuerdo con esos jeques para que se asentaran extramuros a cambio de su protección. Poco después, otro posible ataque de al-Hach sembró de pánico la zona, pero al comprobarse la falsedad de la noticia, el gobernador fingió estar enfermo para solicitar trasladarse al Puerto de Santa María. El rey le denegó el permiso. La razón era que ya se arrastraba otro asunto no menor que indisponía al monarca contra de Moreda. En concreto, esos hechos habían sucedido al poco del regreso del gobernador tras su ausencia de tres años cuando reintegró en su puesto al alférez Juan Fernández Arbina tras destituir al Ayudante de Sargento Mayor, el alférez don Alfonso Bolinches, que había sido nombrado en su ausencia por su sustituto interino, el capitán Palomino. El rey había pedido explicaciones y Diego de Moreda presentó un largo informe de descargo que, aunque era razonable, ocultaba el motivo real de su decisión, mucho más pueril y censurable, que Felipe IV conocía. 

Ese motivo había sido transmitido al rey de España por doña María Bolínchez, residente en la plaza. Le contaba en esa misiva al monarca que don Diego de Moreda había tratado de seducir a su hermana Margarita y que, para conseguirlo, encarceló a su marido, el capitán Luis Morales de Pedros, durante tres años. Tras la marcha del matrimonio a España, el gobernador lo intentó también con la misma doña María, a quien prohibió que pudiera salir de Larache. 

Como Diego de Moreda controlaba todo en la plaza, también accedió al contenido de ese escrito antes de que llegara al rey, y envió por su parte su versión de los hechos para contrarrestar el efecto de esa denuncia. Para ello, urdió un argumento de melodrama: le relataba a Felipe IV que en realidad todo era una treta de quien fue su sustituto en el cargo durante los años en España, el capitán Palomino, amante, según él, de doña María Bolínchez, quien, despechado porque les negó el permiso para marcharse juntos de Larache, ya que eso contravenía la ley de Dios, había inventado tales hechos para perjudicarle. 

A la vez que esto sucedía, el Veedor de Larache, don Andrés del Carte, también escribió al rey para pedir permiso para que le permitiesen viajar y dar cuenta en persona de ciertas prácticas irregulares del gobernador. Y también en esta ocasión, la misiva fue objeto de inspección previa por de Moreda, que usó la misma treta: enviar por su parte un informe denunciando al Veedor, acusándolo de comerciar en Larache en su propio provecho. 

En el mes de mayo de ese mismo año de 1655, Jadir Gailán, que ya controlaba Alcazarquivir y Arcila, atacó Larache y le puso sitio. Pero Diego de Moreda, por sorpresa, salió a campo abierto con sus hombres aplastando a los sitiadores, causando más de ciento sesenta muertos al enemigo, y Gailán desistió del acoso a la ciudad. 

Al poco de suceder todo lo anterior, don Diego de Moreda falleció en julio de ese mismo año. Pero, tal y como relata Tomás García, es entonces cuando gracias a una carta que remite el Padre Guardián del Convento de San Antonio de Larache, fray Diego de Ángel, al rey Felipe IV, conocemos en toda su dimensión la mezquindad del Maestre de Campo don Diego de Moreda. El fraile suplicaba la ayuda del monarca ante la necesidad de los enfermos y heridos que se acinaban en la guarnición, a quienes, denunciaba el clérigo, el gobernador había negado alimentos y ayuda, ya que para él solo eran pobres y tullidos. 

El 10 de septiembre llegó el nuevo gobernador de Larache, el Maestre de Campo don Benito de Figueroa y Barrantes que, de inmediato, informó de la lamentable situación en la que se encontraba Larache: falta de hombres, numerosos heridos y enfermos, falta de avituallamiento, de armas, de cañones, y falta de mantenimiento en las murallas, que necesitaban de urgentes reparaciones. Nada que no se hubiera ya repetido desde que se ocupara Larache. Pero entre sus informes destaca algo llamativo y que demostraba el lamentable estado de las tropas: informaba don Benito de Figueroa que, como era bien sabido, los gobernadores pagaban 10 pesos a cualquiera que rescataran a cautivos en manos del enemigo. Pues bien, algunos soldados de Larache, para evitar tantos sufrimientos, habían fingido haber sido capturados, entregándose a los marroquíes para que estos los entregasen de vuelta a cambio de la recompensa. Con ello conseguían, además, que, como excautivos, los devolviesen a España. 

Mientras todo esto sucedía, se abría un atestado para que quedasen bien claros los desmanes y abusos cometidos por el fallecido gobernador de Larache, don Diego de Moreda. 

Seguirá…

ENLACES A LAS ENTREGAS ANTERIORES:

-Entrega 1ª:  https://sergiobarce.blog/2014/07/30/larache-una-obsesion-para-el-rey-felipe-ii-1a-parte/

-Entrega 2ª:  https://sergiobarce.blog/2014/08/22/larache-una-obsesion-para-el-rey-felipe-ii-2a-parte/

-Entrega 3ª:  https://sergiobarce.blog/2015/03/26/larache-siglo-xvi-3a-parte/

-Entrega 4ª:  https://sergiobarce.blog/2017/06/15/larache-siglos-xvi-xvii-4a-parte-2/

-Entrega 5ª:  https://sergiobarce.blog/2017/09/11/larache-siglos-xvi-xvii-5a-parte/

-Entrega 6ª:  https://sergiobarce.blog/2017/12/18/larache-siglos-xvi-xvii-6a-parte/

-Entrega 7ª:  https://sergiobarce.blog/2018/06/03/larache-siglos-xvi-xvii-7a-parte/

-Entrega 8ª:  https://sergiobarce.blog/2019/07/04/larache-siglos-xvi-xvii-8a-parte/

-Entrega 9ª:  https://sergiobarce.blog/2019/08/09/larache-siglos-xvi-xvii-9a-parte/

-Entrega 10ª: https://sergiobarce.blog/2020/05/03/larache-siglos-xvi-xvii-10a-parte/

-Entrega 11ª:  https://sergiobarce.blog/2020/10/03/larache-siglos-xvi-xvii-11a-parte/

-Entrega 12ª: https://sergiobarce.blog/2021/07/11/larache-siglos-xv-xvi-12a-parte/

Sergio Barce, julio 2022

 

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LARACHE – SIGLOS XVI-XVII (12ª PARTE)

12ª parte de la Historia de Larache durante los siglos XVI y XVII…

Año 1631. Al-Ayaxi, que asediaba Larache, con la intención de negociar el rescate de dos de sus hombres aún cautivos en España, permitió que los soldados españoles pudieran abandonar por unos días la fortaleza para recoger leña y, a la vez, envió al franciscano fray Antonio de Quesada, al que retenía desde hacía meses, para que negociara su propio rescate. El fraile informó entonces al Gobernador que el morabito preparaba a sus huestes y que planeaba atacar Larache con un fuerte contingente en el curso del año siguiente, un año especialmente trágico en estas crónicas.

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Planta de Larache de Bernardo Alderete, 1614, Biblioteca Nacional

Así es. El 7 de febrero de 1631, Al-Ayaxi cayó por fin sobre la ciudad y Larache quedó casi prácticamente aniquilada. Así lo cuenta García Figueras, que señala que ese día un gran número de soldados, al mando del capitán don Diego Ruiz de Colmenares, salió para recoger leña y fueron sorprendidos por los hombres de Al-Ayaxi. Había sucedido que un espía, que trabajaba para España, llamado Ben Abud, informó falsamente que las tropas del morabito no atacarían hasta la primavera. Su traición se debió a que Al-Ayaxi lo había apresado y bajo amenaza de muerte pasó a servirle a él. En cualquier caso, el ataque causó 436 bajas entre muertos y prisioneros, dejando las defensas de Larache con apenas 200 hombres. Desesperado, el Gobernador Sebastián Granero pidió ayuda urgente, siendo los Gobernadores de Ceuta y de Melilla los primeros en auxiliarlo con el envío de algunos soldados. Y no es hasta el día 19 de febrero cuando llegan los barcos enviados por el duque de Medinasidonia, el marqués de Villafranca y don Luis Bravo con soldados (apenas 48 hombres) y víveres, sin que pudieran alcanzar la costa dos galeras que se vieron imposibilitadas de cruzar la barra de Larache debido a la tempestad reinante. Y, mientras tanto, los miles de seguidores de Al-Ayaxi se instalaron en el campo exterior rodeando la ciudad,  pero sin que, incomprensiblemente, Al-Ayaxi atacase aprovechando su evidente ventaja limitándose a hostigar con fuego de arcabuz durante las noches.

Ante el peligro evidente que suponía esta amenaza, Felipe IV ordenó al Consejo de Guerra que tomara cartas en el asunto. Tras varias reuniones, se decidió exigir responsabilidades al Gobernador Sebastián Granero y nombrar como sustituto al duque de Medinasidonia (una elección personal del monarca que, sin embargo, no se concretaba por las dilaciones del duque quien, no obstante, comenzó los preparativos de las fuerzas que llevaría consigo). Pero las noticias del descalabro sufrido por las tropas españolas en Larache, hacía muy complicada la recluta de hombres en Andalucía. Todo esto retrasó la llegada de las fuerzas a Larache hasta el mes de marzo, con tan solo 200 hombres. Sin embargo, nada ocurrió porque, también de manera sorpresiva, Al-Ayaxi cambió de objetivos y retiró parte de las huestes que asediaban la ciudad del Lucus para atacar Tánger primero y La Mamora después, con sendos fracasos para el morabito, con lo que la presión sobre Larache disminuyó. Pero al poco, estaba de nuevo cerca de la ciudad justo en el momento que los notables de Fez proclamaban a Al-Ayaxi como único soberano del reino.

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FELIPE IV

Mientras tanto, con muchas dificultades, el duque de Medinasidonia trataba de conseguir más hombres para reforzar las defensas de Larache, y dado que seguía sin aceptar el cargo de Gobernador de la ciudad, finalmente Felipe IV designó al capitán don Fernando Navarrete Sotomayor.

Relata García Figueras que, antes de la llegada de Navarrete, se produjo en junio de 1631 un motín contra el todavía Gobernador de Larache, Sebastián Granero. Lideraron el motín dos soldados, Juan Poyatos y Juan Manuel de Escalante, que pretendieron apoderarse del Castillo de Santa María de Europa y retener allí a Granero hasta que llegase alguno de los barcos que traían bastimentos a Larache y, utilizando su rehén, conseguir regresar a España en ese mismo barco. Pero Granero logró detenerlos y los arcabuceó. Otros seis de los amotinados huyeron y se unieron al enemigo. Y, mientras tanto, Al-Ayaxi hubo de olvidarse de su asedio a la plaza para centrarse en sofocar une revuelta contra su poder en la Kasba de Salé.

En julio de 1631, mientras Sebastián Granero viajaba a España para rendir cuentas por su mala gestión, llegaba a Larache su sustituto, don Fernando Navarrete, un prestigioso soldado que había servido en Orán y otras plazas y que hablaba perfectamente el árabe. En seguida, puso en conocimiento del monarca que las defensas de la ciudad estaban en mal estado por los ataques sufridos, que contaba en esos instantes con 600 hombres (muchos destinados de manera provisoria), que los avituallamientos eran deficientes y que de los 52 cañones de bronce y 36 de hierro con los que contaba 26 de ellos eran inservibles y apenas tenían munición. Y llegado el año de 1632 todo seguía igual, con la ventaja de que Al-Ayaxi continuaba ocupado con sus luchas en Salé lo que dio un respiro a Larache.

Por entonces, a Al-Ayaxi se le presentó otro enemigo: el nuevo sultán Mawlay al-Walid, proclamado como soberano por los andaluces de la Kasba y Salé la Nueva. Al-Walid trató enseguida de granjearse el apoyo de los holandeses contra España, pero Felipe IV estaba más preocupado por Al-Ayaxi y el duque de Medinasidonia negoció con los moriscos y acordaron prestarse ayuda mutua. Esto no fue obstáculo para que, también, se negociase con Al-Ayaxi el canje de prisioneros. El morabito retenía desde hacía año y medio a 70 soldados españoles de la derrota infligida a Granero el 7 de febrero de 1631 por los que pedía 1.400 ducados de plata y la entrega de los cuatro marroquíes que el conde de Villamor apresó en su momento. Pero el conde acababa de fallecer y de los cuatro cautivos, solo uno estaba localizable, ignorándose el destino final de los otros tres, que bien pudieran estar pagando su pena en una de las galeras españolas. El problema residía en que sin la entrega de sus cuatro hombres Al-Ayaxi no aceptaba el trato, aunque le pagasen la cantidad fijada.

El 20 de abril de 1632 se produce otro imprevisto que complica la situación: en la Torre del Judío se retenía al espía Ben Abud y al único cautivo de los cuatro que solicitaba Al-Ayaxi y ese día, estos dos hombres junto al centinela cristiano que los custodiaba que deserta, huyen de la plaza.

Rescatar a los 70 cautivos españoles parecía enredarse aún más. De los 600 hombres destinados en Larache en esos momentos, los integrantes de la Compañía de Granada, que llegaron en su momento solo como apoyo provisional, llevaban ya dos años en la plaza y necesitaban ser reemplazados. El duque de Medinasidonia trataba de reclutar hombres en Jerez, pero el Cabildo se resistía a cederlos, y, para colmo, el 26 de abril de 1633, sin que se hubiera aún resuelto este problema, el alférez Sebastián Albertos, que había salido de la plaza junto a tres soldados para recoger unos carneros y cazar, fue capturado por los marroquíes y uno de los soldados murió.

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Por entonces, el capitán Navarrete cesa como Gobernador de Larache regresando sorpresivamente el que fuera antes denostado en el cargo don Sebastián Granero, que, a decir de García Figueras, debió demostrar que no eran tan responsable en el descalabro sufrido en 1631. Fuera como fuese, ahí estaba de nuevo como Gobernador de Larache.

Tres años después de su captura, de los 70 soldados españoles cautivos de Al-Ayaxi, por fin regresan libres 59 hombres tras cerrar las interminables negociaciones, hombres que entran casi desnudos y malnutridos.  España abonó por el rescato 800 reales de plata doble por cada uno de ellos, salvo dos de ellos por los que hubo de pagarse 1.200 reales por cada uno; más otros 11.200 reales en compensación por los cautivos marroquíes que no se pudieron entregar a Al-Ayaxi.

Es en marzo de 1634 cuando el Gobernador don Sebastián Granero consigue ahuyentar a las fuerzas de Al-Ayaxi al vencerlos por un ataque sorpresa, con bastantes bajas entre los hombres del morabito. Esto trajo consigo meses de relativa calma en la zona de Larache, que se prolongó unos tres años al estar Al-Ayaxi defendiendo su posición en Salé, lo que también facilitó que la Compañía de Granada regresara a España. En su lugar, llegó una nueva Compañía reclutada en Sevilla y Cádiz, al mando del capitán don Manuel del Castillo. El resto de las tropas acantonadas en Larache quedaban al mando de los capitanes Diego de Vera, Juan Leonisio de la Portilla y Antonio de Paredes.

Seguirá…

 

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LARACHE – SIGLOS XVI-XVII (11ª PARTE)

11ª parte de la Historia de Larache durante los siglos XVI y XVII…

…hacia 1627, la plaza de Larache, pese al espíritu de sacrificio de sus soldados, vivía de la corrupción, de la picaresca, del engaño y de traiciones e intrigas.

Mulay Zidan

En septiembre, no sólo fallecía el Gobernador de la plaza don Juan Jara Quemada, sino también el último sultán saadí digno de ese título: Mawlay Zidan. Una vez más, se abre una lucha por el trono, esta vez entre sus hijos Abd al-Malik, Al-Walid y Muhammad al-Xaij al-Saghir, venciendo el primero, que no era más que un ser despreciable, sanguinario y vicioso que fue asesinado cuatro años después.

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Toda esta situación de inestabilidad favoreció a quien se hizo dueño del territorio de Fez: el morabito Al-Ayaxi, que reaparecía de nuevo tras su derrota en Larache.

En abril de 1628, Al-Ayaxi volvió a centrar sus esfuerzos en desalojar a los españoles de la Mamora. Un sargento, Francisco de Jodar, que había logrado escapar tras ser hecho prisionero por los moriscos de Salé, dio la voz de alarma al Gobernador de Larache, capitán Diego de Vera, que, tras enviar algunos efectivos para reforzar la Mamora, comunicó la situación al rey Felipe IV y al duque de Medinasidonia.

La Mamora estaba cercada por un gran número de seguidores de Al-Ayaxi, se hablaba de más de ocho mil hombres, por lo que el duque de Medinasidonia ordenó al general de los galeones de Tierra Firme, don Tomás de la Raspura, que acudiera al rescate de la plaza, llegando el contingente español en 35 navíos el día 10 de mayo de 1628. Tras bombardear a los sitiadores, los hombres de Al-Ayaxi huyeron y muchos de ellos perecieron. García Figueras señala que el número de los asaltantes había disminuido a causa de la celebración del mes de Ramadán, que se celebraba en esas fechas, por lo que muchos de ellos habían regresado a sus aduares abandonando sus puestos. Este fracaso, hizo que, por algún tiempo, la popularidad de Al-Ayaxi cayera entre los marroquíes.

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Larache en 1616

En junio de 1628, llegaba un nuevo Gobernador a Larache, don García López de Alvarado, conde de Villamor y caballero de la Orden de Santiago. El nombramiento de un militar de su valía era consecuencia del peligro que corría la plaza de Larache. Pero, como ya vimos en años anteriores, el nuevo Gobernador se encontró con la triste realidad de los soldados allí destinados y hubo de poner de se pecunio personal unos 20.000 ducados para atender las necesidades de sus hombres.

Fue por entonces cuando cuatro cabileños del Hebt, seguidores de Al-Ayaxi, llegaron a Larache para vender sus mercancías en el mercado. El conde de Villamor ordenó detenerlos y, al cesar en el cargo, se los llevó cautivos a la península. Y en abril de 1629, de nuevo repuesto don Diego de Vera como Gobernador, otros hombres de Al-Ayaxi atacaron Larache, apoderándose de varios barcos, y ocasionando varias bajas entres los soldados españoles. Pero solo fue una refriega y no el indicio de un inminente ataque mayor que no se produjo. Al-Ayaxi había decidido centrarse ahora en Tánger, y su decisión hizo cundir el temor en las plazas españoles, ya que, poco a poco, Al-Ayaxi se estaba convirtiendo en el dueño y señor del norte de Marruecos.

Planta de Larache de 1606 de João Mateo Benedetti - Arquivo Nacional Torre do Tombo

Sin embargo, el morabito tenía fijación por Larache. No solo por ser una plaza estratégica, sino porque el conde de Villamor se había llevado a España como cautivos a dos de sus hombres, como ya sabemos, y porque, cuando envió a uno de sus lugartenientes para negociar el rescate de esos cautivos, éste y quienes lo acompañaban fueron muertos por los españoles.

En julio de 1630, se nombraba nuevo Gobernador de Larache a don Sebastián Granero que, al llegar, encontró que la población española la componían 879 personas. Estas eran (los datos son más que curiosos): 92 oficiales, 291 arcabuceros, 254 piqueros, 199 mosqueteros, 5 religiosos franciscanos, 26 personas con cargos directivos, administrativos y oficios varios, 8 “mujeres públicas” y 5 “desterrados de España” castigados a cumplir su pena en el presidio de Larache.

Don Sebastián Granero informó que Al-Ayaxi, que se había instalado en Arcila, dominaba esa zona del norte de Marruecos con 6.000 infantes y 10.000 jinetes, que hostigaban la plaza de manera intermitente, y alertó de lo peligroso de la situación. Hecho que provocó que, al no poder salir los soldados a recoger leña ante el temor a ser atacados, se quedaran sin combustible. Pero el problema se solventó inesperadamente cuando Al-Ayaxi, con intención de negociar el rescate de sus dos hombres aún cautivos en España, permitió que durante diez días pudieran abandonar la fortaleza para recoger leña y envió también al franciscano fray Antonio de Quesada, al que retenía desde hacía meses, para que negociara su propio rescate. El fraile informó entonces al Gobernador que el morabito preparaba a sus huestes y que planeaba atacar Larache con un fuerte contingente en el año siguiente de 1631…

Continuará  

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LARACHE – SIGLOS XVI-XVII (10ª PARTE)

10ª entrega de la Historia de Larache en los siglos XVI y XVII…

LARACHE plano de 1616

En abril de 1619, el nuevo Gobernador de Larache, Carrillo de Santoyo, había atacado el aduar de Rehien porque dos soldados españoles habían sido degollados por unos habitantes de ese aduar, y en ese ataque incendió las viviendas, causó más de doscientos muertos y capturó a 213 prisioneros.

Muhammad Zeguda, que se había establecido en Alcazarquivir, comenzó a hostigar Larache, y España envió una flota armada con seis galeras al mando de don Antonio de la Cueva que logró llevar hombres y víveres a la ciudad, y luego bombardeó Arcila.

En ese mismo año de 1619, el sultán Mawlay Zidan conseguiría vencer por fin a Yahia ben Abd Allah y aparecería en escena Muhammad ben Ahmad Zayani, más conocido como Al-Ayaxi, de los Beni Malik, de la región del Garb.

El sultán lo había nombrado caíd de Azemur, pero pronto se dio cuenta de su carisma y trató de asesinarlo, sin embargo, Al-Ayaxi huyó y se convirtió en un fanático islamista con un gran número de seguidores que declaró la yihab contra los infieles, y sus objetivos fueron La Mamora y Larache.

Atacó La Mamora en 1620 con un importante contingente de hombres y, aunque no la tomaron, sí causaron un gran número de víctimas entre los españoles. Y en 1621, ayudado por los moriscos de Salé y por fuerzas venidas de los Países Bajos, Al-Ayaxi volvió a atacar la misma plaza, pero los españoles aguantaron el envite y la llegada de una escuadra al mando de Contreras rompió el cerco y desbarató los planes del morabito.

FELIPE IV

FELIPE IV

En 1621 Felipe IV sube al trono a la muerte de su padre, y se encuentra un país casi en bancarrota. Esta situación afectaba, por supuesto, a las plazas de La Mamora y Larache que, según García Figueras, sobrevivieron y sobrevivirían aún por puro milagro gracias a las tropas que seguían defendiéndolas, aunque lo hiciesen con escasos medios y poca ayuda.

De hecho, Larache siguió siendo hostigada por Zeguda hasta quizá más allá de 1623.

Un soldado de Larache, Baltasar López Pardo, cuenta que en 1622  un caíd llamado Adriza, fiel al sultán Abd Allah, se instaló cerca de Larache con sus hombres y pidió ayuda a los españoles contra su común enemigo Zeguda, al que primero rechazaron y luego vencieron con un ejército compuesto por 600 soldados españoles más 300 jinetes y otros 400 infantes marroquíes, todos al mando del Gobernador don Pedro Rodríguez de Santisteban, que había regresado a su puesto de la mano del Felipe IV, pero ya como marqués de Cropani. En esta batalla, se consiguió un gran número de prisioneros de las huestes de Zeguda y un importante botín. Con ello, Zeguda acabó de ser un problema.

EL MARQUÉS DE CROPANI libro de José Marín Pinto

Pese a ello, Larache seguía con las mismas dificultades de provisiones y avituallamiento. A lo que se sumó que, en 1623, el Gobernador de la plaza, don Pedro Rodríguez de Santisteban, fue nombrado Maestre de Campo General del Reino de Portugal, siendo sustituido por el Maestre de Campo y Caballero de Santiago don Juan Jara Quemada.

Durante esa época, se fue creando un estado general de anarquía en todo Marruecos, y en Tetuán la familia Al-Naqsis comenzó a adquirir cierta relevancia. Tetuán, durante esos años, impulsó una relación fluida y constante con Inglaterra, facilitando el comercio, lo que perjudicaba a España. Sin embargo, nunca llegaron a entenderse del todo y ese comercio entre Marruecos e Inglaterra se confundía con las actuaciones de los corsarios. Holanda, por el contrario, sí supo manejar bien a los piratas a su beneficio en todo el litoral marroquí.

Felipe IV, mientras tanto, trataba de solucionar los problemas de abastecimiento y mantenimiento de las plazas marroquíes, pero no resultaba fácil. De hecho, en 1626, el Veedor don Juan de Mena y el Contador don Pedro González de Vesga daban informes muy negativos sobre la administración del nuevo Gobernador de Larache don Juan Jara Quemada; mientras que éste se quejada al monarca de los escasos recursos con los que contaba para realizar su labor. Según don Juan Jara, los soldados españoles de la plaza de Larache llevaban ya, nada más y nada menos, que ocho años sin percibir sus sueldos.

Sin embargo, pese a estas dificultades, mientras la peste se extendía por Marruecos, causando incluso la muerte del sultán al-Malik, que había sustituido a su hermano Abd Allah tras su fallecimiento, la epidemia no alcanzó a Larache.

Lo que sí amenazó por entonces a la ciudad fue de nuevo Al-Ayaxi, que, tras su fracaso con La Mamora, centró su esfuerzo en tomar Larache. Y así, en octubre de 1626, atacó la ciudad aprovechando que muchos soldados españoles habían salido a recoger leña fuera de las murallas. Pero no contaba que, por costumbre, el resto de las tropas españolas se apostaba vigilante, y estos hombres rechazaron su ataque. La lucha fue cuerpo a cuerpo, y el Gobernador don Juan Jara sacó a sus tropas a campo abierto y diezmó al enemigo, huyendo Al-Ayaxi al verse derrotado. Como prevención por la peste, no se hicieron prisioneros y solo se tomó un gran botín en armas.

La relación entre el Veedor don Juan de Mena y el Contador don Pedro González de Vesga con el Gobernador de Larache don Juan Jara Quemada iba a peor, hasta el extremo que Juan Jara encerró en una mazmorra a González de Vesga por no abonar ciertas cantidades a personas de su confianza. En julio de 1627 González de Vesga fue puesto en libertad, quizá porque, como apunta Tomás García Figueras, el Gobernador había abusado de su poder y porque seguramente actuaba movido por intereses personales, entre ellos, no pagar impuestos de aduana para el género que compraba a los marroquíes de Larache y que luego era enviado a su casa de Cádiz o poner en peligro a varios soldados españoles a causa de sus negocios privados.

Pese a las continuas quejas, el rey Felipe IV no tomaba una resolución contra don Juan Jara. Pero hacia finales de septiembre de 1627, el Gobernador falleció, sin que se sepan las causas. Con lo que este pleito, que lo enfrentaba a los Contadores, quedó sin resolverse.

 Lo que sí es evidente es que tales disputas demuestran que la plaza de Larache, pese al espíritu de sacrificio de sus soldados, vivía de la corrupción, de la picaresca, del engaño y de traiciones e intrigas. García Figueras, no obstante, achaca esta situación no tanto a sus protagonistas como al estado de abandono que la Corona española demostraba hacia la plaza de Larache y al resto de los enclaves españoles en Marruecos, sin atender al pago de los sueldos de sus hombres ni al abastecimiento de víveres y de avituallamientos ordinarios.

Seguirá…

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LARACHE – BAB AL QASBA O PUERTA DE LA ALCAZABA

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LARACHE – SIGLOS XVI-XVII (9ª PARTE)

9ª entrega de la Historia de Larache, durante los siglos XVI y XVII.

castillo de san antonio

 …Larache, en 1614, parecía estar en mejor situación tras la toma por las tropas españolas del puerto de La Mamora y por las continuas promesas del nuevo sultán Abd Allah de mantener la paz con España. Por supuesto, su actitud estaba condicionada a que se le reintegraran los bienes que su padre al-Xaij había dejado depositados en manos del Gobernador portugués de Tánger, don Alfonso de Noronha, y que se suponía de gran valor. Tras varios intentos de la Corona española, se comprobó que el Gobernador, junto a Simón Pariente, habían hecho un uso indebido de esos bienes. Sin embargo, no se hallaron pruebas para que el rey Felipe III los encerrara, como era su deseo, y se optó por entregar a Abd Allah los escasos 48.970 ducados que el contador real había conseguido hallar de la tan preciada herencia del sultán al-Xaij. Tras recibir esta suma a principios de 1615, que a Abd Allah le pareció ridícula, por un lado mantuvo su promesa de paz con España, pero, a la vez, sus hombres comenzaron a efectuar pequeños ataques contra Larache.

A finales de ese año de 1614, el rey decidió destituir al Gobernador de Larache, don Gaspar de Valdés, tras cuatro años en el cargo, porque no le gustaron algunas de sus decisiones, especialmente el que hubiese devuelto a Abd Allah los arcabuces que dejara su padre el sultán en Larache, el que usara los impuestos de aduana recaudados para pagar  con ellos a las tropas, pese a que este gesto del gobernador era lo más justo para sus hombres, y, sobre todo, el que dejara que sus soldados comerciaran con los víveres que se les entregaba, lo que fue creando un mercado negro que perjudicaba a España. Felipe III envió al contador Pérez de la Parra que emitió un informe desfavorable a la administración de don Gaspar de Valdés, y alertó de los negocios paralelos que habían proliferado en la plaza. Esto hizo que el 3 de noviembre de 1614, el Gobernador saliera de regreso a la península junto a otras personas que fueron expulsadas de Larache por, entre otras razones, alentar el tráfico ilegal de aceite, trigo y caballos.

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Como nuevo Gobernador de Larache se nombró al Maestre de Campo don Pedro Rodríguez de Santisteban con el que llegaron a la plaza 430 soldados. Sin embargo, pronto hubo de arrostrar la misma situación que la de su predecesor, es decir, escasez de medios, de tropas, de víveres y de dinero, y hubo de pagar de su pecunio personal a sus hombres.

Pedro Rodríguez de Santisteban reforzó las defensas de Larache. Fue él quien levantó el pequeño fuerte de Santiago frente al castillo de San Antonio y a la barra del río Lucus. A principios de 1617, Larache contaba para su defensa con 800 hombres, claramente insuficiente para garantizar su seguridad. Uno de los problemas con los que se enfrentaba el Gobernador eran las deserciones, que no cesaban, por lo que acabó por arcabucear a uno de sus hombres que fue canjeado a los marroquíes por un prisionero, medida que no sirvió para nada. Para más inri, lo seguidores de Abd Allah continuaban hostigando Larache, pero Pedro Rodríguez de Santisteban no podía ordenar ninguna razzia o acción de castigo por prohibición expresa de Felipe III. Sin embargo, desoyó tales órdenes en agosto de 1617, cuando tropas marroquíes atacaron a los soldados de la plaza, momento que aprovechó para devolver el golpe contra un aduar cercano con 500 de sus hombres y, aunque sus moradores huyeron antes del ataque, sí que consiguieron un botín de más de quinientas reses vacunas, y dos días después capturaron, además de más reses, a 175 prisioneros en respuesta al asesinato de dos correos españoles. Esto trajo como consecuencia un período de paz algo más prolongado, tiempo que aprovechó don Pedro Rodríguez de Santisteban para acabar en 1618 la muralla defensiva de la Marina.

Curiosamente, como relata García Figueras, Rodríguez de Santisteban solicitó un permiso de tres meses para atender asuntos privados en la península y nunca regresó a Larache. Su puesto lo ocupó el capitán Francisco Carrillo de Santoyo, un veterano de Flandes e Italia, que hubo de enfrentarse a uno de los episodios más conocidos de los acaecidos en esa época en Larache. Ocurrió en diciembre de 1618, y sucedió que el Veedor don Juan de Mena fue acuchillado en la cara, y acusó como agresor al capitán de guardia don Juan de Santisteban, sobrino del anterior gobernador, que negó los hechos. Sin embargo, Carrillo de Santoyo lo encarceló y lo mantuvo en prisión siete meses, mientras el Veedor se recuperó de las heridas. Tal demora se debió al retraso en llegar del licenciado Felipe Barreda que el rey había enviado para que dirigiera el proceso. Dado el tiempo que ya había pasado encerrado, el juez dictó una sentencia de compromiso ya que en realidad no existían pruebas de su autoría.

El nuevo Gobernador Carrillo de Santoyo también hubo de efectuar una razzia contra el aduar de Rehien en abril de 1619. Varios habitantes de este aduar habían degollado a dos soldados españoles, y el gobernador atacó Rehien con 400 soldados, con los que incendió las viviendas, causando más de doscientos muertos y capturando a 213 prisioneros.

Mientras tanto, Muhammed Zeguda, otro de los hijos del finado sultán al-Xaij, se levantó contra Abd Allah…

 Seguirá…

Salida del gobernador de Larache Carrillo de Santoyo 1619

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